EDITORIAL
BORGES: LA ARGENTINIDAD AL PALO
Como en el ajedrez-dice Borges-: “Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Que Dios detrás de Dios la trama empieza? (…) el jugador es prisionero de otro tablero de negras noches y de blancos días”. Solo otro Borges-convertido en ser imaginario- pudo conducir la pluma brillante del maestro y también de su propia vida, donde literatura y vida se bifurcan en variados e insospechados laberintos. Borges fue el niño bien, educado en Ginebra, ciudad que eligió para morir, pero también es el orillero mezclado entre guapos y cuchilleros.
Borges llevó la ceguera clavada como un vaticinio ineludible, pero vio como pocos una realidad que lo agobiaba, llevándolo a pesar de su origen patricio y burgués a un anarquismo permanente.
Políticamente incorrecto, a veces exasperante, otras repudiable, con un humor fino e irónico, que quizás por una ironía de la vida, los “incorregibles peronistas” lo transformaron de bibliotecario a inspector de aves y corrales.
Probablemente, Borges, sea el más fiel exponente de la esquizofrenia argentina, de esa argentinidad al palo, donde se mezclan nuestras virtudes y defectos más profundos. Criticado por los que lo escucharon poco y lo leyeron nada, Borges; como en “El Otro”; se encuentra constantemente con él mismo en un sueño interminable y sin remedio, donde leerlo es un placer permanente, porque Borges, al igual que Gardel, cada día escribe mejor.
LUIS ALBERTO SELLÁN
BORGES: LA ARGENTINIDAD AL PALO
Como en el ajedrez-dice Borges-: “Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Que Dios detrás de Dios la trama empieza? (…) el jugador es prisionero de otro tablero de negras noches y de blancos días”. Solo otro Borges-convertido en ser imaginario- pudo conducir la pluma brillante del maestro y también de su propia vida, donde literatura y vida se bifurcan en variados e insospechados laberintos. Borges fue el niño bien, educado en Ginebra, ciudad que eligió para morir, pero también es el orillero mezclado entre guapos y cuchilleros.
Borges llevó la ceguera clavada como un vaticinio ineludible, pero vio como pocos una realidad que lo agobiaba, llevándolo a pesar de su origen patricio y burgués a un anarquismo permanente.
Políticamente incorrecto, a veces exasperante, otras repudiable, con un humor fino e irónico, que quizás por una ironía de la vida, los “incorregibles peronistas” lo transformaron de bibliotecario a inspector de aves y corrales.
Probablemente, Borges, sea el más fiel exponente de la esquizofrenia argentina, de esa argentinidad al palo, donde se mezclan nuestras virtudes y defectos más profundos. Criticado por los que lo escucharon poco y lo leyeron nada, Borges; como en “El Otro”; se encuentra constantemente con él mismo en un sueño interminable y sin remedio, donde leerlo es un placer permanente, porque Borges, al igual que Gardel, cada día escribe mejor.
LUIS ALBERTO SELLÁN
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