domingo, 21 de diciembre de 2008

AQUELLOS DÍAS DE DICIEMBRE


DESDE EL MIRADOR POR LUIS SELLÁN





Una imagen tengo guardada de diciembre del 2001; ese año yo era Secretario General de SUTEBA y la CTA; y veníamos de un año muy difícil, veintiún días de paro, pagos atrasados y en patacones(¿se acuerdan de los patacones?), piquetes, lucha en la calle. Pero la imagen en cuestión fue la del acto de fin de curso de mi hijo, ese año terminaba primer grado, y los docentes en lucha no realizábamos el tradicional acto de fin de curso. Solo un breve acto, especialmente con los más chicos, el recuerdo es la soledad del acto y un momento; cuando se arrió la bandera nacional al compás de Aurora, juro haber sentido un nudo en la garganta, la tristeza era lo que embargaba ese acto, la tristeza de una república que parecía perderse de vuelta, de una democracia que se rompía como una pompa de jabón, otra ilusión más que se terminaba, parecía ser la definitiva.
Es justo señalar que ese año, el 2001, fue también un año de lucha formidable en la calle donde los sectores sociales, fundamentalmente compuestos por trabajadores desocupados, rebasaron las bases de sus propias dirigencias, pero fue también el año de la degradación de las instituciones democráticas, que hicieron crisis en las elecciones de octubre con el voto bronca, y el pedido a gritos de: “que se vayan todos”.
Fue el año del retorno de Cavallo, el padre del monstruo de la convertibilidad, que traído de la mano del FREPASO; el supuesto brazo progre de la Alianza, hoy muchos devenidos en kirchneristas; trató de poner en orden la economía. Los resultados los concemos, corralito, estado de sitio, los primeros saqueos y esa insólita noche del 19 de diciembre dónde la clase media porteña salió de su histórico letargo al son de las cacerolas y con el cántico de: “Piqueteros y ahorristas la lucha es una sola”, le dieron el toque final a un gobierno que quizás nunca debió haber existido, o como una novela de Gracia Márquez hoy nos parece una ficción de realismo mágico.
Luego vino la trágica jornada del 20 de diciembre, los 38 asesinados en Buenos Aires; crímenes impunes; los garrotazos a las Madres en la plaza, la izquierda y la CTA que fueron incapaces de conducir la lucha callejera, y el helicóptero de De la Rúa, el presidente que nunca fue.
El saldo que nos dejan esos días, visto a la distancia quizás no haya sido tan malo, es cierto no se fueron todos, es más casi todos se quedaron, algunos hasta disfrazados de corderos patagónicos progres y defensores de los derechos humanos, pero es cierto que en diciembre del 2001 la democracia se curó con democracia, en otros tiempos hubiera habido golpe de estado. Es cierto que aun debemos aprender más como sociedad, y fundamentalmente a no delegar tanto sino a ser protagonistas directos, participando, que el que se vaya todos no sea declarativo sino concreto a prepotencia de laburo y militancia.
Que piqueteros y ahorristas, la lucha es una sola, sea real, y no como en el conflicto del campo donde los piqueteros de las cuatro por cuatro se esforzaban en diferenciarse: “nosotros no somos piqueteros, somos gente normal, che”, recuerdo haber escuchado.
La república estará fortalecida por nosotros, y a pesar de nosotros mismos, y de algunos “monjes negros” que andan rondando por aquí, haciendo de la rosca, la política por conveniencia un deporte nacional.
Que la sangre derramada del 19 y 20 de diciembre sirva para algo, para crecer como nación y república, y esperando por justicia.

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