LA DERECHA RELIGIOSA CONTRAATACA
"Cuando hay un violador en el barrio y llamamos a la policía y la policía viene y le pega, no decimos ‘uh, pobre violador, cómo le pegan’. Por el contrario, nos alegramos de que la policía actúe. Bueno, yo veo la intervención norteamericana en Irak desde ese punto de vista, desde el punto de vista de la seguridad”.
En enero de 2004, Luis Palau le dijo estas palabras a Fernando Carnota en la mañana de radio Mitre. Y no era la primera vez que este predicador estelar le daba oxígeno a la violencia de Estado amparada en las derechas militares.Palau, que nació en 1934 en Ingeniero Maschwitz pero vive en los Estados Unidos desde 1961, ya había apoyado a las dictaduras latinoamericanas de los 70, a la regresión cultural reaganeana de los 80, a Bush padre en los 90 y a Bush hijo desde que asumió en enero de 2001.Ya en una nota de la revista Time del 7 de noviembre de 1977, bajo el título “Palau Power in Latin America”, el señor que ahora sonríe desde los afiches en las calles de Buenos Aires sostenía que la única ideología que podía detener al marxismo en la región era el cristianismo evangélico. Debió ser esa idea la que lo había llevado, en 1974, a darse la mano con Hugo Banzer, el dictador más feroz en la historia de Bolivia, y a repartir juntos un millón de ejemplares del Nuevo Testamento con la banderita tricolor en la solapa. El plan era cristianizar a los bolivianos, y Banzer y Palau hicieron equipo. Por esos días, Banzer dejó para la historia de la retórica latinoamericana una frase de colección: “Dios es nacionalista”, dijo. Supongo que Palau estaba allí para certificarlo.En junio de 1982, el general José Efraín Ríos Montt se convirtió en el primer dictador evangélico al tomar el gobierno en Guatemala. No estuvo en el poder más de un año, pero se hizo tiempo para convertir a diez mil guatemaltecos en diez mil detenidos-desaparecidos y, también, para recibir con honores a Luis Palau. Juntos celebraron, el 28 de noviembre de 1982, los cien años de la Iglesia protestante de Guatemala. Lo hicieron frente a medio millón de chapines en el Campo Marte, junto a la Escuela Politécnica del Ejército, lugar señalado después por la Comisión de Esclarecimiento Histórico-CEH como centro clandestino de torturas. Montt pertenecía a la Iglesia del Verbo, una obra pentecostal con base en California. Y Palau, que venía de un país con prensa libre, que necesariamente sabía lo que los diarios contaban sobre las sangrientas dictaduras de la región, vio de todas formas en el general la encarnación de la conciencia moral cristiana que, a su juicio, América Latina estaba necesitando.En octubre de 2002, con el objeto de conmemorar el mes de la Herencia Hispana, se reunieron en la sala Este de la Casa Blanca Emilio y Gloria Estefan, el simpatiquísimo animador de Univisión Don Francisco, la estrella del pop cristiano Jaci Velásquez, el balsero Mel Martínez –que de chiquito zafó de los tiburones y después se hizo funcionario republicano– y otros latinos triunfadores como los que suele producir el generoso estado de Florida. Eran épocas de ántrax y psicosis. Así que Palau, que también estaba, oró. Después recibió el saludo de Bush.No sería su única vez en la Casa Blanca: nunca un nativo de la provincia de Buenos Aires fue tantas veces y tan bien recibido por un presidente de los Estados Unidos. Palau fue seis veces más invitado personal de mister president. Bush ha sido, para la derecha religiosa en general y para Luis Palau en particular, una buena noticia. Por eso, cuando le pregunté por el presidente norteamericano más cuestionado de la historia, Palau prefirió definirlo como un cristiano equilibrado y normal. Me lo dijo así: “(George W. Bush) es un hombre de alta educación, de familia culta y de experiencias económicas amplias. Definitivamente no es un extremista. Más bien es un hombre de convicción espiritual como cualquier cristiano equilibrado y normal”.Detrás de la sonrisa de abuelo que administró bien sus fondos de inversión, detrás de las canciones y los festivales con globos de colores, hay un tipo bastante menos luminoso de lo que sus afiches sugieren. Los afiches, ahora, colman Buenos Aires: paredes, carteleras, colectivos. Ahí va la carita de Palau, en el lateral de un interno de la línea 45, junto a su propuesta básica: “Sí a la vida”. Es una idea.
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