UN ANÁLISIS SOBRE LA CRISIS DEL CAMPO
Claudio Lozano* 27.03.2008 Crítica digital.com
El campo argentino actual poco tiene que ver con el que teníamos hace 20 años. Se ha impuesto un modelo de alta concentración y dependencia tecnológica asentado en una matriz productiva que abandona la perspectiva de una producción centrada en el desarrollo de alimentos de gran cantidad y calidad. Y se consolida la producción de forraje barato soja para vender a China, India y a la Unión Europea, subsidiando la industrialización de estos países y paralizando la nuestra. Este proceso se hace a costa de debilitar la ganadería, la producción láctea, la porcina, frutal, ovina, hortícola y otras producciones regionales. Este modelo sojero, además de romper la soberanía alimentaria de la Argentina, destruye puestos de trabajo y debilita a los pequeños y medianos productores ya que mientras la soja genera un puesto de trabajo cada 500 hectáreas, la economía familiar crea 35 puestos de trabajo cada 100 hectáreas. Situación que se empalma con el hecho de que la soja demanda más de 500 hectáreas para que una unidad productiva sea viable y autosuficiente. Es en este contexto de debilitamiento de los trabajadores del campo (el 70% está en negro) y de debilitamiento de la pequeña producción rural que debe inscribirse el conflicto actual. Se expresa en la bronca acumulada de los pequeños y medianos productores (los que efectivamente sostienen los cortes) frente a un gobierno que jamás reconocía su situación y que hace gala de un discurso perverso (incluso dice querer desojizar el campo), cuando en función de la construcción de su caja fiscal fue hasta hoy socio pasivo del sojero por la vía de las retenciones. Tiene sentido la aplicación de retenciones en el marco de un Plan Nacional de Desarrollo Agropecuario que reoriente el destino del campo en función de profundizar la agregación de valor, generar empleo, repoblar el país y aumentar el número de productores. Profundizar el uso de las retenciones sin plan produce lo que hoy estamos viviendo. Conduce a que los productores más débiles vivan como Única alternativa la mejora del precio internacional y perciban a las retenciones como una creciente confiscación. La política irresponsable del Gobierno de contentarse con su socio del boom sojero ha terminado embrocando a los pequeños y medianos productores en el cuestionamiento a las retenciones junto a los beneficiarios y promotores del lamentable modelo sojero adoptado por la Argentina. Las retenciones no son el problema. Aun con ellas, las utilidades por hectárea crecen, ya que los precios internacionales crecieron más. Menos aún son un problema las retenciones móviles (suben o bajan según se comporten los precios internacionales) y que discriminan en contra de la soja y en favor del maíz y el trigo. Las retenciones son necesarias porque permiten captar la ganancia diferencial que surge como resultado de la suba de los precios internacionales (no del esfuerzo del productor) y posibilitan diferenciar entre precios internos e internacionales. No obstante, tienen el límite de ser un instrumento Único que opera sobre una cadena de producció³n y comercialización donde priman las diferencias y las heterogeneidades. Diferencias que exigen más instrumentos y nuevas herramientas (Junta de Carnes, de Granos, de Producciones regionales, etc.). Por ende, son sustentables en base a un plan que replantee el uso y tenencia de la tierra haciendo consistente el desarrollo del sector agropecuario con las necesidades del conjunto de los argentinos. *Diputado Nacional Mesa Nacional CTA
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